20/11 - Mientras amanecía me dirigía hacia la calle principal en busca de una parada de bus con dirección al paso fronterizo. Quería llegar pronto a H.K. para tener más tiempo de caminar la ciudad y, sobre todo, observar si desde la última vez que estuve allí en 1992 la vida había cambiado al pasar a manos chinas. En una esquina un señor tenía un humeante tenderete de momos (sha momo). Sería mi desayuno antes de subir a la guagua.
En la frontera del lado chino el caos es monumental diariamente: largas colas bajo un aplastante sol y lento proceso burocrático, a lo que se suma los caraduras que intentan colarse sin que los policías sean capaces poner orden.
Una vez cruzado todo es tan sencillo como volver a coger la guagua que lleva hasta cerca de la estación de tren (KCR) de Sha-tin, en Nuevos Territorios, y desde allí un mini-raíl con destino Kowloon, donde me quedaría a pasar la noche en uno de los hostales clásicos del barrio Tsim Sha Tsui: las Mansiones Chungking.
En la avenida principal, Nathan Road, entre carísimos hoteles, centros comerciales y tiendas se encuentra este viejo gueto de hospedaje en un estado, que desde fuera, parece en total abandono, con algo más de 80 pensiones económicas, dividido en 5 bloques de altísimos edificios -la mayoría a partir del piso 15-, y acceso con ascensor. Mucho de ellos son regentados por la comunidad hindú-china. Probablemente no hay en todo el mundo lugar parecido a éste. Muchos mochileros prefieren quedarse en estos alojamientos de habitaciones de 3mts.x3mts. o en las compartidas que son más económicas. No hay pérdida para encontrarlos porque ellos mismos se acercan para ofrecerlas. En la planta baja, un laberinto de pasillos oliendo a sahumerio de Champa se internan en un pequeño centro comercial de tienditas de todo tipo, puestos de churrería y cantinas que desprenden un fuerte olor a curry.
La península de Kowloon ó Gaulong (Nueve Dragones) comienza en un paseo que ofrece una espectacular panorámica del puerto, donde se encuentra el embarcadero del ferry que lleva al distrito Central y al de Wan Chai, en la isla Hong Kong que queda enfrente. Al lado, una Torre del Reloj (1915), reliquia de la antigua estación de tren que llevaba a Cantón, y varios interesantes Museos/teatros. Siguiendo por su calle principal, Nathan Road, en la que sólo se ven carteles luminosos, y los hay a miles, se encuentran cantidad de carísimos hoteles, cientos de tiendas, parques, mercados como el de Jade, de los Pájaros, de los Peces de Colores, de la Flores, mercadillos nocturnos, una Mezquita con cuatro minaretes y varias cúpulas de mármol que sirve a los 50.000 musulmanes del territorio, o Templos de más de 100 años como el Tin Hau.
El resto de las calles son otros santuarios de bares y restaurantes internacionales, pubs, discotecas occidentales, cines, hoteles de primera, galerías comerciales, mercados… Aunque permanezca el carácter de la cultura británica, la ciudad ha tenido un marcado estilo chino: la gente, el idioma, la comida y la cultura son predominantemente cantonés.
Para acceder a una de las vistas más impresionantes es mejor trasladarse a isla Hong Kong en tren subterráneo o en ferry. Se pueden caminar varios senderos de hasta 50kms. a través de espacios naturales que llega al Pico Victoria (552mts.), o subirlo en funicular. Y al anochecer, las “luminosas" vistas panorámicas también son extraordinarias.
Y aquí concluye mi ruta de dos meses en lo que fue una colonia británica, a la fuerza, desde la Primera Guerra del Opio. Cedida a perpetuidad en el Tratado de Nanking en 1842, pues los comerciantes británicos de opio también se dieron cuenta de las ventajas de “anexionarse” 45km² del mejor puerto de aguas profundas de la región. La cesión se amplió con la Segunda Guerra del Opio para incluir Kowloon en 1860, y de nuevo en 1898 para abarcar los nuevos territorios, con un contrato de arrendamiento de 99 años.
Durante la Revolución Cultural (1966-1976) se prepararon para una invasión china que nunca llegó. Pudo más la presión “externa”. Se convirtió en mercado libre capitalista y en un puerto sin fronteras. El 1 de julio de 1997 expiró el contrato y fue devuelto a China con la única condición de que el modo de vida de los hongkoneses quedara garantizado durante los 50 años siguientes.
Su nuevo nombre ahora es Región Administrativa Especial de Hong Kong (R.A.E.), y lo que suceda de ahora en adelante en este país comunista no se sabe pues, de momento y por lo que he visto, nada ha cambiado.